Yo fui representante de alumnos
En una sociedad democrática como la nuestra, estamos muy acostumbrados a oír hablar de forma asidua de la "participación ciudadana", y el contexto escolar no es una excepción. Todos los centros cuentan con un órgano de gobierno fundamental, el sacrosanto Consejo Escolar, que cuenta con representantes de todos los colectivos que forman la Escuela, con sus respectivas "cuotas" de participación.
Sin embargo, ¿es realmente así? No hay duda de que el profesorado no puede encontrarse "subrepresentado", ni de que los padres de alumnos, gracias a la fuerza que tienen las AMPAS, puedan haber irrumpido con fuerza. Pero, ¿qué ocurre con la "población mayoritaria" de la escuela; es decir, el alumnado? ¿Qué papel, qué voz, qué fuerza o qué representación real tiene en un Consejo Escolar?
De iure, la justa y necesaria. Todo Consejo Escolar debe contar por ley, y de hecho cuenta, con representantes de alumnos, en proporción variable según las legislaciones locales. De facto, en la mayoría de los casos, ninguna. Y os voy a hablar por experiencia.
Como el lector no es corto de entendederas y ha visto el título, imagino que sabrá por donde van los tiros y no hace falta que le diga que yo fui representante de alumnos. Pero para que el texto tenga un poco de sentido y coherencia, me toca decir que, efectivamente, lo fui, y además, tendré que especificar que lo fui por partida doble: lo fui de mi colegio, el Col·legi Pare Coll de Girona, y lo fui del Consell Escolar Municipal de Girona, cuando todavía era alcalde de la ciudad el "molt "honorable"" Carles Puigdemont (os suena, ¿verdad?), que como tal, también presidía el consejo.
Me gustaría ahora poder hablaros de mi experiencia, de lo que aprendí, de lo útil que fue para mí y para mis "representados" mi presencia en el consejo escolar, pero, por desgracia, dijera lo que dijera probablemente mentiría. Porque la dura verdad es que yo allí, en esas reuniones que a menudo se me hacían interminables, y por mucho que yo intentara creer lo contrario, no pintaba nada.
Lo cierto y verdad de mi experiencia es que, al acabar el colegio el antiguo representante de alumnos, se pidió a los estudiantes de secundaria voluntarios para presentarse a las elecciones para el puesto, pidiendo por supuesto que fuera alguien responsable, etc. No se nos explicó muy bien en qué consistía aquello, y parecía que ni los mismos profesores lo sabían muy bien, pero sí sirvió para hacer una especie de parodia democrática en unas elecciones absurdas, en las que nadie sabía exactamente para qué estaba votando. El caso es que, a mis quince años, me convertí en la representante de los alumnos de mi colegio. "Me servirá para hacer currículum" pensé. Ilusa de mí.
Al cabo de unas pocas semanas me llegaba al colegio una carta del CEM (Consell Escolar Municipal) en la que, como representante de alumnos, se me invitaba a presentarme a las elecciones para el Consejo Escolar Municipal de Gerona, que se renovaba ese año. Y ya fuera por un secreto afán de sentirme importante, por curiosidad o por lo que fuera, decidí presentarme. Y de nuevo, salí elegida. Por supuesto, traté de ignorar el hecho de que solo nos presentamos tres alumnos a esas elecciones, y que, de las quince plazas que se pretendían cubrir, doce quedaron vacantes, no fuera a ser que mi ego o mi autoestima quedaran menguados por ello.
Esos dos escasos años de participación (mi colegio solo tenía hasta 4º de la ESO, así que cuando pasé a hacer el Bachillerato en el instituto de mi pueblo, mis andaduras pseudo-políticas acabaron) fueron, en la práctica, no más de 8 o 9 reuniones entre los dos consejos en los que, la mayor parte del tiempo, se hablaba de temas económicos y presupuestarios que escapaban a mi posible participación, en las que me limitaba a escuchar y estar presente como una especie de mascotilla graciosa, "la niña buena a la que permitimos sentirse lo suficiente mayor como para estar en una reunión de este estilo". Jamás se me preguntó nada. Jamás tuve la oportunidad de intervenir, ni de representar realmente a nadie. No tenía ni voz ni voto, porque nada de lo que se trataba en aquellos cónclaves afectaba "directamente" a los alumnos en lo que los alumnos podían hacer.
Lo más productivo que salió de aquello fueron las reuniones de la comisión de alumnos del consejo municipal, en el que se nos instó a organizar un concurso de "Lip-Dubs" entre los colegios de Gerona, aparentemente, para motivar la participación de los alumnos. Concurso que jamás llegó a realizarse, a pesar de las horas que estuvimos en las salas de la biblioteca Ernest Lluch con nuestra "coordinadora" rompiéndonos la cabeza y redactando las bases.
Así que, señoras y señores, futuros docentes de nuestros hijos y nuestros alumnos: si quieren fomentar la participación de los alumnos en los centros, háganlo bien. Explíquenles en qué consiste su papel. Pídanles que estén atentos. Propónganles a los representantes de alumnos que elaboren informes, que indaguen entre las opiniones de sus compañeros, que investiguen los temas que creen que pueden preocuparles, aquellos aspectos del aprendizaje, de la vida escolar que realmente hay que tener en cuenta desde la perspectiva de los estudiantes, para que lo hagan. No pretendan que un alumno adolescente, recién llegado a un Consejo Escolar cuya función apenas conoce, sepa enseguida qué tiene que hacer, qué tiene que decir o transmitir al Consejo, cómo debe participar. Guíenle. Propónganle planes de acción factibles, asegúrense de tratar temas en las reuniones en los que se le invite a participar; por Dios, hagan un esfuerzo para tener realmente en cuenta la participación del alumnado en las decisiones del centro que le competen, que son muchas. Es evidente que en tema de presupuestos, probablemente, no podrá decir gran cosa, pero la gestión de un centro, si no me equivoco, va mucho más allá de partidas presupuestarias.
En fin, que esto de la participación no se convierta en una pantomima de la democracia por la simple consecución de una apariencia moderna, biempensante y falsa.
Gracias.
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