El tutor ideal

Nos han preguntado cómo creemos que debería ser el tutor ideal. Y esa pregunta me genera inmensidad de dudas, porque el planteamiento de que yo pudiera llegar a ser tutora algún día se me antoja como una responsabilidad enorme.

No sé cómo debería ser, pero puedo aventurar conjeturas según lo que a mí me parece que debería tener en cuenta a la hora de tratar con mis alumnos, mediar en sus conflictos entre ellos y el centro, aconsejarles y orientarles, y ser, en el fondo, un referente directo para ellos dentro del aula.

Conseguir todo eso implica conseguir su confianza, pero a la vez mantener una cierta distancia para que te puedan ver como una figura de referencia a la que respetan y a las que pueden acudir con sus problemas, dudas y angustias, precisamente porque no es un igual, sino alguien que está ligeramente por encima, y con el que, por tanto, se pueden sentir seguros y protegidos. Y conseguir eso, evidentemente, no es nada fácil.

Implica ser empático, prudente y justo; respetuoso con los alumnos y cercano cuando lo necesiten. Implica ser también algo así como un referente moral, por lo que la práctica docente del tutor, más allá de esa tutoría, debe ser lo más impecable posible: la honestidad debe guiar su trabajo, y los alumnos tienen que percibir que se toma su trabajo en serio, y que los mismos principios que pretende aplicar en las tutorías (honestidad, respeto, justicia, integridad...) los aplica también en su asignatura curricular, porque solo entonces van a percibir una coherencia interna del tutor y, por tanto, una estabilidad real que les ofrezca "tierra firme" cuando su mundo académico o personal se tambalee y necesiten la asistencia del tutor. No se puede construir sobre arena, el cimiento debe ser excavado en roca.

Por eso, nuestro trabajo para convertirnos en buenos tutores empieza ahora. No se trata de saber mucho, o poco, o de tener una retórica más o menos hábil. Se trata de convertirnos en personas íntegras y honestas, que nos tomemos en serio esta profesión, porque en nuestras manos está no solo la educación y formación de los alumnos, sino también su adolescencia. Y de ella dependen muchas cosas.

Así que nada, esforcémonos en ser personas de bien. Siendo amables, aprendiendo a escuchar y esforzándonos en nuestro trabajo conseguiremos muchas cosas, y lo más importante es ser buenos y honestos para tener siempre en mente el bien mayor de todos y cada uno de nuestros futuros alumnos.

Como decía San Felipe Neri: State buoni, se potete!




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